HISTORIA DE LOS PAISAJES


La historia de tres artistas que desde el arte vencen la muerte; la realidad de familias de docenas de campesinos que viven de la panela y que por exigencias legislativas ven en peligro su tradicional forma de subsistir; la interesante vida de un pereirano, cantante de opera que estudió y trabajo en New York en su arte y que decidió dejarlo todo para dedicarse a un festival de gallos ornamentales y a rescatar la tradición y valores culturales de su tierra; el paralelo entre dos hermanos, hijos de una tradicional familia cultivadora de café, cuyas decisiones sobre seguir o no en el cultivo del grano como opción de vida son totalmente opuestas y la fe, amor y pasión de los hinchas del Deportivo Pereira por su equipo, aunque nunca haya logrado llegar a las ligas profesionales del fútbol y siga en la B, son las historias que veremos en Paisaje de Paisajes


Gisel, comunicadora social de 25 años y declarada “amante de la cicla”, empezó a pedalear en Bogotá para recorrer la accidentada topografía de los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Casanare, Meta (de donde es oriunda) y Guaviare.
Con una cámara atada a su casco y un equipo de producción detrás en una camioneta que iba guiándola con un GPS, esta joven de encantadora sonrisa recorrió 3.300 kilómetros durante un mes.
“Se pierde la inercia. Eso pasa con los viajes largos en bicicleta. Se vuelve algo adictivo. Es un mal delicioso. Entre más se aleja uno en bicicleta más cosas hermosas vas a ver”. Ese es a grandes rasgos el balance que hace Gisel de su viaje.
De trocha en trocha, atravesando cultivos y siendo esquiva a las principales vías que comunican el territorio nacional, exploró caminos recónditos, huyéndoles a perros finqueros que corren rabiosos al pie de cualquier tipo de vehículo que husmee su territorio.
“¡Qué experiencia! Visitamos el Parque del Cocuy, por ejemplo. No tiene comparación. Es un anciano gigante en medio de Los Andes. Es un paisaje impresionante. El frío se metía en los huesos”, cuenta.
Paisajes fastuosos, dificultades en el camino, hambre, sed, cansancio, fuerza. Palabras como esas las va lanzando Gisel emocionada cuando habla de la ruta que hizo y que la llevó hasta San José del Guaviare, donde terminó su recorrido.
“Hay rutas más difíciles que otras, donde la piedra es puntuda. Hay páramos, donde aparecen de pronto lagunas gigantes, que nunca me imaginé que existieran en Colombia”.